Ayer en la entrevista estaba bien nerviosa, por el deseo intenso que he tenido integrarme de lleno a un cuerpo profesoral de artes, hacer parte de un equipo y trabajar con los estudiantes, investigar con ellos, hacer semilleros y procesos de más largo aliento que los que se logran en hora cátedra; aunque he formado parte de grupos de investigación desde allí.
Para mí la enseñanza es entrañable, hace parte de mi ser más profundo y me la paso pensando en pedagogías, en herramientas para desarrollar sensibilidades, capacidad crítica e investigativa desde las artes. También pongo especial atención en cada estudiante como persona, guardo los trabajos clasificados y sigo pensando en ellos durante años, además de mantener comunicación con muchos de ellos hoy en día.
Por formación, soy una investigadora y académica rigurosa, mis fuertes están en la escritura, la historia, así como el trabajo espacial y de artes de tiempo: la instalación, el video, la espacialidad que comienzo a trabajar en la escuela de teatro Jacques Lecoq. Sin embargo, como artista, me he desprendido de esas fortalezas para explorar durante años campos que ahora comienzan a ser transitados, pero que hace años cuando empecé no lo eran: cocina, siembra, naturaleza, plástica en comunidad. Salgo de lo conocido y, también, desde la fragilidad de la ignornacia, exploro el dibujo y la materialidad de las letras. Es un esfuerzo por dejar los lenguajes conocidos y atravesar otros que me acercan a círculos más amplios que el del arte y la academia, a otras personas y a otros seres, con los que creo que el arte debe hablar.
En mis clases invito a profesionales de diferentes áreas, hago intercambios con biólogos, economistas, chefs y sabedores comunitarios. Considero que una escuela de artes hoy debe comprometerse con la interdisciplinariedad y el pensamiento dialógico, renunciar al autor único, y además comprometerse a construir conocimiento entre academia y saberes no académicos. Por último construir un compromiso con el lugar de vida y con dos problemas apremiantes: la desigualdad extrema y la crisis climática (a quienes luchan contra esto en Colombia los matan). Además de explorar otros circuitos para las artes, que no se restrinjan a la galería y al mercado.
Bueno, seguro se me queda más en el tintero, y de pronto no pueden leer esto, pero quería asegurarme de decir lo que en el momento no pudo salir de mi boca.
Un saludo,