¿La comida típica de Bogotá podría ser acaso un Pez Capitán en achiote, asado en hojas de chizga?
¿O, más bien, un pato al horno relleno con nuez de nogal?
¿O la guapucha frita con maíz tostao?
¿O una bandeja con raíces y frutas de tres climas?
¿A qué sabe, en fin, la Sabana de Bogotá? ¿Cuál es nuestra gama de sabores?
¿A qué saben la guapucha, el pez capitán, el agua de los páramos?
¿A qué saben nuestras frutas, granos, papas, raíces?
¿Cuáles son las especias de este altiplano para condimentar alimentos?
De estas preguntas, para explorarlas en grupo, se ocupa la Escuela de la Sabana.
Al modo de los pintores Páramo o Fídolo Alfonso, esta Escuela de la Sabana trae paisajes a las casas y a las aulas, paisajes en colores, olores, sabores y texturas, para mostrar con alegría algo que es realmente desconocido para los mismos bogotanos: su propia Sabana.
Un amigo sabio me dijo un día: “Lo primero que se pierde es el conocimiento de una especie, y sólo después, cuando ya se olvida, ella se extingue”.
Aún no podemos comer pez capitán a nuestras anchas, ni guapucha, ni tal vez sabemos cuáles son todas las frutas, raíces, tubérculos, que crecen en los 5 microclimas de Bogotá, ni en los tres pisos térmicos en los que tenían cultivos los muiscas. Imaginarlos, buscarlos, probar, no olvidarlos, nos asegura que no se extingan. Y nos asegura mucho más: imaginación, curiosidad, capacidad de investigación que nacen del asombro por el lugar que habitamos
Tres talleres, que comienzan con una agudización de los sentidos y siguen con exploraciones y propuestas para investigar y conocer, recorren las historias y los sabores de la Sabana de Bogotá y de estas increíbles tierras americanas:
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Probar por primera vez: Hagamos de cuenta, sólo hagamos de cuenta, que por primera vez nos encontramos con una piña, con una papa, con una mazorca. Eso ya pasó, eso nos ha pasado a todos, claro que de pequeños, seguramente, a otros, hace 500 años, les pasó siendo grandes. ¿Cómo describir un sabor, cómo prepararlo? Elaboraremos recetas a partir de las frutas, agudizando gusto y olfato.
- Los recetarios antiguos: recetas elaboradas a partir de los manuales de cocina del siglo XIX, de las crónicas de los viajeros, así como de los alimento
s recuperados por el Jardín Botánico y cultivadores.
Salida al alto río Bogotá: La parte alta del Río Bogotá, tiene hermosos parajes vivos: el páramo de Guacheneque, el río pequeño que baja hasta Villa Pinzón, la reserva forestal en Suesca de la Fundación Al Verde Vivo. Recorrerlo, conocer sus ecosistemas toda la vida que brota de él, las formas de cultivo que tenía, es fundamental para un futuro que promete mucho: el río Bogotá se encuentra en recuperación. Según el plan de la CAR y la orden de la Corte Constitucional, para 2025 tendremos nuevamente nuestro río vivo y sano. Apropiarnos de él, convertirlo en nuestro, será fundamental para acompañar esta recuperación y para que nuestro río nunca vuelva a perderse.