Un río es el tiempo extendido en el espacio.

A un lado del mapa nace y al otro desemboca.

Nace, y es laguna, o apenas gotas que parecen rocío. Aunque hay una parte secreta, debajo de la tierra, de las rocas, de los helechos, que no es desentrañable, por más que miro, ¿dónde es ese principio? Se escucha, un gorgoteo, tal vez si se desentraña lo entrañable, se seca.

Se ve cuando baja cantando, cuando se ensancha, cuando se emberraca, cuando se avalanza sobre otro río, o se dispersa en bracitos para que desembocar no duela tanto.

La vida del río Bogotá se ve completa desde un avión, y desde la avioneta se reconstruye. Aquí es riachuelo, aquí sufre, aquí se enreda, aquí se desborda, aquí salta, aquí desemboca.

También se puede acompañar en carro, en un día largo; aunque si se sube al páramo o hay trancón serán dos días. Pero si se le acompañara a pie, a dar todas las vueltas que da en la Sabana, como le gusta, que se devuelve y se revuelca, el viaje será más largo.

Se ve la quebrada de aguas limpias bajar la montaña antes de Villapinzón. Y luego comienza a engordarse, ya en Cota, si la foto es antigua, el río será plateado, rico en lodos para la siembra. Y luego lo enjaulan, y se ven los jarrillones, y más allá los tubos y las presas.

Y si la foto es de hoy se ve la espuma, y cómo se va tornando negro, a medida que la mierda de millones de humanos le cae encima.

El río salta desesperado la montaña y baja furioso hasta el Magdalena. Aunque dicen que siempre bajó furioso hoy además debe sentir piquiña. Creo que solo en el mar tendrá respiro, ya no le alcanza el Magdalena.

Si una supiera lo que le va a pasar en la vida. Si fuera la vida así extendida en el espacio. Tal vez los dioses nos ven así, extendidos, y nos acompañan desde sus carros, diciendo Bueno, bueno, no te desesperes, más adelante hay un buen salto, ya te llega el otro río, unos pasos más y está la lluvia, ya casi llegas al mar.